8.8.09

Stages of Syn.



Morality plays
On stages of sin
The easy way out
Or the easy way in
I am still overglorified
My reasons to live
Were my reasons to die
But at least they were mine
Now I've freedom unbound
Cut the laces of life
The pistol
The poison
The noose
Or the knife
I have chosen my instrument
And said no goodbyes
And my frozen pulse quickens
As the black plot thickens


306, Emilie Autumn



A su alrededor, reinaba la penumbra y el silencio. Entre la persiana entraban rayos de luz de luna, que solo hallaban unas pocas figuras a su paso. Era un cuarto pequeño, de techo bajo de madera, con ningún mueble exceptuando la cama de dos plazas en el medio del mismo. Sábanas de seda blanca yacían desordenadas sobre el colchón, abrigando la piel desnuda de dos jovenes casi tan pálidos como la tela misma.
Él tomó una daga, y recorrió con suavidad su piel, regodeándose de placer al sentir bajo su pulso el sutil escalofrío que recorría su cuerpo. Pero no era su cuerpo, no era su piel, y definitivamente no era su escalofrío. Ella sonrió a medias, intentando ocultar el miedo, intentando ser valiente, o al menos parecerlo. El filo describía ondas en su hombro, y subía cautelosamente hasta encontrarse en la unión con el cuello. La mirada de él se encontró tímidamente con la de ella, lo cual era casi cómico, considerando la situación.

"Puedo?", preguntó, con un hilo de voz y brillo en sus ojos almendrados.
"Sí", contestó ella con firmeza. Con cuidado, pensó, temblando interiormente.
"Todavía podés arrepentirte si.."
"No." Él la miró divertido ante la interrupción, y cambió el discurso.
"Voy a tener mucho cuidado, no tenés que.."
"Lo sé.", dijo de manera tajante, dejando en claro que la conversación había acabado. Sabía que si seguía hablando se acobardaría, y no soportaría eso. No soportaría que él pudiera verla así, que pensara que era una cobarde. No soy cobarde, soy fuerte, murmuró mentalmente, intentando salir de su desasosiego.

El metal siguió acariciándola por un momento, y luego, lentamente, desgarró una porción de su tejido. Un pequeño manantial carmesí brotó del corte, se acumuló en el pequeño hueco que formaba su clavícula, y luego cayó. Una línea rojo brillante se perfiló en su cuerpo, bajando por entre sus pechos y deteniéndose en su cadera. La fuente se cerró, y la sangre dejó de manar. Ella respiró con alivio, un suspiro que él confundió con placer. Extasiado, besó la herida, y recorrió con su lengua todo producto de ella. Y en sus caricias, volvieron a fundirse en uno, hasta poco antes del alba. Ella dormía, y él sonrió con amor al verla. Besó su frente, se vistió, y cerrando la puerta a su paso, se fue.

Ya entrada la mañana, ella despertó, enredada en las sábanas, con su largo pelo negro disperso a su alrededor. Estaba abrazando... la almohada. Abrió los ojos y lo notó... él no estaba. Se había ido. Luego de meses y meses, la había dejado, por primera vez, sola. Primero sintió, inevitablemente, un vacío en su pecho al notar la pérdida. Pero rápidamente, este dio paso a un indescriptible sentimiento de libertad. Sin molestarse por la ropa, o la falta de ella, fue corriendo hacia la puerta, para abrirla. Pero esta estaba cerrada con llave. Típico.

Lo único que había en la habitación era su ropa tirada, la cama, las sábanas... Y la daga. Se apresuró a tomarla e intentó forzar la puerta. No había caso, era inútil. Entonces, entre lágrimas de desesperación, tomó una decisión.

Primero, colocó el filo en forma diagonal en su muñeca, pero casi instantáneamente se arrepintió. Era demasiado lento, quizás el llegaría antes, y la salvaría. Suspiró al notar por primera vez sus sentimientos hacia él. No era sólo miedo, un temor rayano en la reverencia, no era respeto, no era admiración, no era envidia. Lo amaba, después de tanto odio, lo amaba. Por un segundo, dudó. Pero ni siquiera el amor era motivo suficiente para vivir así, simplemente no podía soportarlo. El encierro había terminado de tomar su razón, y la única escapatoria era ninguna. La nada. La paz.

La muerte.

Colocó su pequeña arma en el mismo lugar donde había sido anteriormente herida. Su cuello tembló al tacto frío del metal, y el paso anterior al llanto nubló su vista. Abrió un corte pequeño, pero no retiró el filo. Casi convulsionando de dolor, aunque sólo emocional, apretó más fuerte.

"Te amo." susurró por primera y última vez, y usando la daga en un rápido movimiento, atravesó su cuello en forma transversal.
Y bañándose en su propia vida, por última vez, calló.

Y hundiéndose en su propio silencio, por última vez, cayó.


7.8.09

Eternity.




Like the wind that shakes the bough
He moves me with a smile
The difficult Ill do right now
The impossible will take a little while
I say Ill care forever
And I mean forever
If I have to hold up the sky
Crazy he calls me
Sure, I'm crazy
Crazy in love am I




El primer día, después de la primera semana, después del primer mes, después del primer año. Esto sería... 27 de agosto. Ese día, ese día quiero festejar. Porque festejar el primer día, o la primera semana, o el primer mes, o el primer año, es recordar con alegría el momento en el que todo empezó. Y no niego que me encanta, pero. Yo quiero brindar porque lo nuestro no muere, por la continuidad, la duración en el tiempo. Así que en vez de decirte feliz día el mismo día que todo ocurrió, te lo voy a decir un año, un mes, una semana y un día después. Feliz, feliz porque permanecemos en el tiempo. Y en vez de celebrar el recuerdo de lo que pasó, voy a celebrar por la esperanza de lo que viene. Así que, dentro de 20 días, el 27 de agosto, te voy a decir:

Feliz futuro, mi amor. Feliz eternidad.


2.8.09

She speaks in the third person so she can forget that SHE IS ME.

Él caminaba despacio, casi en puntas de pie, sosteniendo una vela, con su largo cabello enrulado siendo mecido por el viento que amenazaba con apagar el fuego. Mientras recorría los oscuros pasillos susurraba un nombre, mi nombre, y las lágrimas caían silenciosamente de sus ojos. Encontraba y besaba imágenes de una muchacha, "mi muchacha" pensaba, concentrado en no mojar el papel con agua con sabor a dolor. Y al pasar al lado de puertas abiertas que daban a salones luminosos y alegres, los ignoraba, puesto que no era felicidad lo que buscaba. Él buscaba la tristeza, su tristeza, en algún cuarto oscuro, sucio y abandonado. Y entre todas las imágenes, mis imágenes, buscaba alguna en la que él no fuera protagonista, en la que pudiera encontrar una excusa para su pena. Y, como quien busca encuentra, él la encontró. Un dibujo que no estaba hecho por ella, por mí, si no por alguien más. Un dibujo en el que esa muchacha, yo, su muchacha, estaba al lado de ese alguien más. Y en vez de parar a pensar en las posibilidades, por ejemplo que no había sido yo, ella, yo, quien había hecho los trazos, que podía no significar nada, que podía haber una explicación que no tuviera gusto a engaño; decidió que ahí estaba el motivo del sufrimiento que sentía, aunque no lo hubiera sabido antes. Y borró su llanto con la firmeza de la ira, y esta vez en vez de revolver imágenes, buscó a la verdadera niña, su niña, a mí, y como quien busca encuentra, me encontró.
Y yo, y ella se acercó alegremente al encuentro de su amado, hasta que vislumbró su rostro y paró en seco, asustada.

"Qué pasa?", inquirió preocupada la niña, la que al verse al espejo sabe que soy yo, pero le gusta tanto olvidarlo...
"Vos decime qué pasa." dijo, fríamente.
"No sé, amor, decime. Qué pasa?"
"Estoy esperando que me digas qué pasa." El hielo parecía generarse en su rostro, allí donde esa vena latía visiblemente.
"No sé qué pasa! Decime, por dios! Te juro que no sé qué pasa!" casi gritó ella, casi grité yo, desesperada.
"Esto pasa."

Y sacó de un cajón un dibujo, el dibujo, el que para ella, para mí, no significaba nada, pero para él, era un mundo, su mundo, su problema mayor.

"Yo no hice ese dibujo, y yo no siento nada en él. Yo ya no hablo con el dibujante, porque no correspondí sus sentimientos y no pude mantenterme cerca. Porque creí que era mi amigo, pero evidentemente no."
"No es que siempre sabés? Vos lo dijiste."
"Siempre sabés mientras quieras saberlo. Yo no quería. Yo quería que fuera sólo mi amigo."

Se miraron fijamente, y yo, y ella desvió la mirada. No necesitaba sostenerla, porque no tenía nada que demostrar, y se sentía, me sentía lastimada. Sabía que él no le creía, que él no me creía, por mucho que estuviera diciendo la verdad. Sabía que era inútil. Y como yo, y como ella no le tenía miedo a que la vieran sentir, una lágrima solitaria rodó por su mejilla. La lágrima la acarició, me acarició, suavemente, como debería estar haciéndolo él. Pero sólo un pensamiento rondaba su mente, y no tardé en decirlo.

"Lo que más me duele es que antes... Antes me hubieras creido."
"¿Qué, antes de que me mintieras?" le espetó duramente.
"Antes de que dejaras de confiar en mí."

Un silencio de pocos segundos que pareció durar una eternidad se impuso entre ellos. La distancia de menos de un metro repentinamente pareció ser de kilómetros y kilómetros. Y ella dejó de ser ella, y yo dejé de ser yo, y él dejó de ser él, y todos fuimos sólo figuras borrosas en el horizonte. Y tan rápido como la ilusión vino, la ilusión murió. Y los kilómetros y kilómetros de silencio volvieron a ser escasos centímetros de aire helado. Y el aire helado se volvió tibio con su aliento. Y entonces, él habló.

"Cambiate, dale." Recién ante esas palabras ella se percató de que seguía en pijama.
"Qué... te vas?" susurró ella, ligeramente, sólo ligeramente resignada.
"No. Vamos a comer. Decidí dejar esto pasar." dijo, todavía intentando creer sus propias palabras. "Decidí creerte."

Y las lágrimas que no habían querido caer se amontonaron en los ojos de la niña, su niña, y ella, y yo me tiré en sus brazos, mis brazos, mareada de alivio. Y con la torpeza típica de la sorpresa, él me rodeó lentamente hasta fundirme en su abrazo.


Y entonces, sólo entonces, vencí los centímetros, o acaso kilómetros que me distanciaban de él, y todavía temblando, me refugié en su calor.